Columna de opinión: ¿Cómo ve la comunidad la problemática del castor?

12/08/2020

Por Eve Crowley, representante de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Chile.

A lo largo de su historia, Tierra del Fuego ha sido escenario de disputas territoriales, primero entre los pueblos originarios y los inmigrantes europeos que establecieron estancias ganaderas, y luego entre los gobiernos de Chile y Argentina que deseaban establecer soberanía sobre este lejano y austral territorio.

Pero hay un habitante de la isla que ha logrado establecerse casi en cada rincón de su geografía, sin encontrar oposición eficaz, desafiando una y otra vez los esfuerzos por controlar su expansión y detener el negativo impacto sobre la flora y la fauna nativas. En los 74 años que han pasado desde que el castor (Castor canadensis) fue intencionalmente introducido en Tierra del Fuego, mucho ha cambiado. Tales cambios han ido en el sentido absolutamente contrario de lo planeado inicialmente por quienes en la década del 40 creyeron que el castor podría traer beneficios para el desarrollo económico y el poblamiento. Se pensaba que este roedor permitiría generar un polo de desarrollo en la Patagonia de la, en ese entonces, atractiva industria de venta de pieles finas. Con satisfacción, el gobierno argentino informaba de la compleja operación de transportar 20 ejemplares de castor en un periplo que significó cruzar el continente americano de punta a punta, desde Canadá hasta el lago Fagnano.

La experiencia, no obstante, no se desarrolló como se esperaba. El castor encontró desde el primer momento condiciones ambientales óptimas para su propagación. Los centenarios bosques de Nothofagus resultaron ser una atractiva fuente de alimentación, lo que sumado a la inexistencia de predadores naturales, permitió que este roedor se expandiera hasta alcanzar hoy una población que supera los 100 mil ejemplares y que ha colonizado no sólo Tierra del Fuego, sino también las islas adyacentes. Mostrando una sorprendente capacidad de adaptación, ha prosperado no sólo en las zonas de bosques al sur de Tierra del Fuego: ha logrado ocupar la áreas de estepa, luego cruzar el estrecho de Magallanes, y adentrarse en el continente, habitando hasta el momento territorios al sur de la ciudad de Punta Arenas.

Sus impactos ecológicos son devastadores. El castor se transformó en una dañina especie exótica invasora y en la principal amenaza de los bosques de la Patagonia y de la rica biodiversidad que albergan. Alto ha sido el interés en comprender tanto su impacto medioambiental, como la magnitud de las consecuencias económicas de este daño. Las pérdidas económicas son cuantiosas, hoy se estima que superan los 73 millones de dólares para el Estado de Chile, en cuanto a pérdida de ingresos económicos por producción de madera, costo de oportunidad por ganado producido, recursos dirigidos a investigación o control de la especie, además de pérdidas asociadas a la biodiversidad, entre otros.

Menos abordado hasta ahora ha sido el impacto social y cultural de la invasión del castor. Conocer cómo la sociedad se enfrenta a esta problemática ambiental debe ser uno de los puntos de partida al momento de generar una estrategia que aborde en forma integral la gestión de esta especie exótica invasora. Por ello, el Proyecto “Fortalecimiento y desarrollo de instrumentos para el manejo, prevención y control de castor (Castor canadensis) una especie exótica invasora en la Patagonia” (también conocido como GEF Castor) se propuso evaluar este aspecto en el marco de la actualización del estudio sobre el impacto económico de esta especie, y preguntarse cómo ve la comunidad la problemática del castor. Ello, con el propósito de conocer las visiones, valores, actitudes y conocimiento de los actores locales para enfrentar la invasión de la especie.

El estudio socioeconómico, desarrollado por la Universidad de Chile, arroja que existe diversidad de opiniones desde diferentes actores locales, aunque se observa que, en general, existe una valoración negativa hacia la presencia de la especie en la Patagonia. La mayor parte de los actores entrevistados para el estudio, consideró que el principal impacto del castor es la pérdida de capital natural por sobre las pérdidas económicas directas.

Resulta relevante que los daños causados a los ecosistemas en su capacidad de ser hábitat para diversas especies de flora y fauna y, de aportar al secuestro de carbono sean comprendidos por la comunidad de Magallanes, tal como lo demuestra el estudio. También, es interesante constatar que el sector turístico, si bien muestra niveles de conocimiento dispar respecto al problema, comprende el negativo efecto que el castor ha tenido desde que se estableció en la Patagonia.

Conseguir que la sociedad en su conjunto comprenda la urgencia e importancia de hacerse cargo de este desafío ambiental ha sido una preocupación permanente del Proyecto GEF Castor, junto a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y el Ministerio del Medio Ambiente. Es por esto que en conjunto se han desarrollado diversas acciones de difusión y educación. Estas se han orientado tanto  a público general como a determinados grupos de interés, como ganaderos y operadores turísticos. Los niños y jóvenes han sido objeto de especial atención, ya que la educación ambiental a temprana edad es la que logra mejores resultados a largo plazo.

El Proyecto GEF Castor busca implementar acciones que ayuden a evitar el avance de la especie y preservar el patrimonio natural y la biodiversidad, que hoy están gravemente afectados. Se trata de una ambiciosa iniciativa que es financiada por el Global Environment Facility (GEF), y en la que también participan el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), la Corporación Nacional Forestal (CONAF) y la Wildlife Conservation Society (WCS).

Eve Crowley, representante de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Chile.